domingo, 15 de julio de 2012

EL PORQUÉ


                                 
                        EL PORQUÉ

Durante mucho tiempo utilicé la expresión “otro día en el paraíso” para definir un día patético, de los que quieres borrar de tu mente o que nunca hubieran pasado, uno de esos días que desde que te levantas de la cama hasta que te vuelves a meter en ella todo ha salido al revés de como esperabas o tenías planeado, incluso aquellos días de sorpresas indeseables.

También hace bastante tiempo que decidí utilizar esta frase como el titulo de mi Blog aunque de tanto pensar llegó un espabilado y me pisó el nombre por lo que me jodió el invento. Menos mal que aun me quedaban neuronas activas para seguir pensando y llegué a la conclusión de que utilizando algún sinónimo podría titularlo de manera similar, de ahí el motivo del cambio del vocablo paraíso por edén, no sin antes haber rebuscado en un manido libro de sinónimos que lleva años en mi biblioteca particular, un librito que si ladrase sería mi más fiel mascota ya que lleva conmigo desde la infancia. Al ver la palabra/sinónimo “edén” mi cuerpo se estremeció como si al final de una de tantas conferencias que en el pasado impartí, Mónica Bellucci se dirigiera a mí y esbozando una sonrisa con sus sensuales labios carnosos me invitase a su habitación de hotel a discutir algunos aspectos del temario, lo cual me llevó a la conclusión, después de mantenerme un buen y prolongado tiempo disfrutando de mi particular estremecimiento, que debió ser una señal del destino ya que es la palabra exacta que utilizo para definir el lugar donde vivo.

Cuando vivía en Sevilla utilizaba esta frase casi a diario; debía ser por las sensaciones placenteras que me producía vivir en la ciudad trabajando sin descanso como directivo de una gran empresa multinacional, en un entorno de continuo estrés  y bajo la atenta mirada de una sociedad envidiosa, competitiva, insaciable y voraz. Aunque he de reconocer que tras balbucear las cinco palabras que componen esta frase mi mente activaba un sistema de emersión similar al de un escudo antidepresivo que me llevaba directamente de sumergirme en un lago de hastío e infelicidad al bar más cercano a tomar la primera copa, y de esa hasta la última siempre repetía la misma cantinela: “por favor, un cutty sark con cola light”; si hubiese nacido hace dos siglos seguramente diría: “tabernero, póngame un whisky doble” pero para que tener nostalgia de un espacio temporal que desconozco y, sobre todo, después de haber conocido el sabor de tan rica mezcla y el efecto que producen las burbujitas de esa bebida oscura e internacional.  Entre copa y más copa un día amanecí con la boca seca cual esparto y con mucha sed, por lo que me dio por pensar que lejos estaba del mar, esa inmensa masa de agua, desgraciadamente no potable, pero cuanta y por todos lados, y caí en la cuenta que mi lugar en el mundo no era una ciudad de interior, aunque muchos sevillanos pensemos que la costa onubense es nuestra gran playa. Y lo segundo en lo que pensé es que si un día volvía a abrir otra oficina seguramente la haría a “dos lunas de viaje” del bar más cercano, porque a ese paso trasladaría la mesa de juntas al voladizo del interior de Bestiario y mi despacho al fondo de la barra.

Antes de lo esperado estaba en Marbella, ese peculiar rinconcito de España donde todos cabemos y cada uno tiene su pequeño mundo de fantasía. Una curiosa ciudad habitada por personas y variopintos personajes procedentes de los más diversos y recónditos puntos del planeta, donde cada día es diferente sin que ocurra nada especial pero que además de estar bañados por este cálido mar mediterráneo también lo está por la alegría que cada una de sus gentes, un lugar al que muchos han llegado dejando atrás la carga de la tristeza y que han hecho de este un espacio para vivir alegremente, una especie de Shangrila, ese ficticio paraíso terrenal descrito en la novela Horizontes Perdidos  de James Hilton y versionada al cine por el gran Frank Capra. Y puestos a comparar, prefiero este en el que vivo que el novelesco situado en la cordillera del Himalaya que aunque en la película se describiese como un lugar idílico entre las montañas nevadas donde había un microclima perfecto para la procreación y surgía la más bella naturaleza entre valles y riachuelos yo nunca vi mar ni playa, un bar de copas y mucho menos algo parecido a Puerto Banús ni Olivia Valere.

Así que abandoné la ciudad que me vio crecer, que adoro y admiro, dejando todo lo poco que allí tenía: chalet en el aljarafe, apartamento en el centro, la gran empresa multinacional, esposa y mi “adorada” familia política, y fijé mi residencia en la perla de la costa del sol donde cada día regreso a la cama, y no siempre la mía, con una sonrisa y una frase cuyo sentido ahora es totalmente diferente al que un día llevaba en mi equipaje desde Sevilla, “otro día en el edén”, ahora sí que lo es y si que en él estoy.

¡Ay mi Sevilla! cuanto la echo de menos…cuando voy a Cuenca (que me disculpen los conquenses a los que felicito por su hermosa ciudad que jamás he visitado)

4 comentarios:

  1. Como se vive en el paraíso, mejor imposible

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  2. Hay momentos en la vida en el que el Edén se encuentra donde menos te lo esperas. Sabias palabras escritas en letras. Esto promete!!!!

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  3. Creo firmemente que nada es casual sino causal. A través de estas letras me siento como imagen especular tuya, que causalidad! Y te he conocido, y estoy en Marbella, y también mi mujer se que do en sevilla

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